Vivo con la eterna sensación esa de cuando estás en el bus hablando con un amigo y se baja en la siguiente parada... entonces todo el mundo te mira como diciendo "te conozco porque he escuchado una conversación tuya". No me conoces. No me mires. No me juzgues. No me etiquetes, ni me encuadres. No me conoces.
¿A qué estoy esperando? Una evolución inesperada del ser humano, una luz que guíe los pasos de los ignorantes, un camino bien marcado para los que suelen desviarse fácilmente. Quiero por fin poder ser yo misma sin una palabra que me defina, sin límites que establezcan una linea entre dos términos. Una esencia que flote y que se pueda expandir sin ser atrapada.
Pero aquí seguimos. En un mundo fabricado con trozos de metal y cerebros implantados. No quiero vivir en una casa. Cuatro paredes no son suficientes. No quiero cocinar, no quiero trabajar. No quiero existir si es aquí. Volvamos al Estado Natural. No quiero ver cómo todo se reproduce volviéndose cada vez más artificial.
Veo a través de mis ojos, hacia adentro, un miedo profundo. Tengo miedo a ver la verdad, joder. La atisbo. Pestañeo. Ya no está. Mucho mejor.
Las palabras no sirven para nada.
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1 comentarios:
Por desgracia moriremos antes de vivir en un mundo sin conceptos prefrabricados, sentimientos delimitados o relaciones humanas totalmente verdaderas.
Pd: Muy buena entrada.
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