Y tu sonrisa iluminando la escena del crimen.
Yo nunca fui, yo nunca soy, yo nunca seré para ti lo que tú quieres que mienta con los ojos. Deslízome entre tus dedos, me caigo, me deshago, me desahogo y te reencuentro con los brazos abiertos. En un abrir y cerrar de alma, volvemos a estar tú y yo. Con las manos manchadas de sangre, sí, pero tú y yo. He empezado a escribir un diario, ¿sabes? Intento contar las veces que me hiero, las veces que te hiero. Cuento mis latidos, los apunto. Y, vaya, aún no apunté ninguno. Es curioso que todo esto, que parece tan celestial, tan ajeno y mágico, esté fabricado con los retazos del infierno del que conseguí deshacerme. Brevemente. Creo que he vuelto a no ser nadie. Sólo carne, sólo hueso, sólo suya, sólo besos. ¿Y qué ser si no? ¿Un eterno retrato del perfecto ser humano? ¿Una persona humilde, con unos principios bien asentados? Prefiero evitar el sucidio ahogándome en su saliva. Disolverme, esparcirme, mezclarme con la nada empapada de sudor y de miradas.
1 comentarios:
Este escrito también me encanta..
Publicar un comentario