Seré rodeada por la angustia que me lleva despertando todos estos años. Las sombras que me persiguen guiarán mi camino porque ya no tengo miedo. Me voy, de la mano de mi más oscuros temores, con una sonrisa dibujada con lágrimas y pintalabios deshecho. En este mundo no hay nada que hacer ya, se pudre, se muere, se desintegra. Lo más sensato es desaparecer. Ya no veo los árboles que enredan a las nubes, ni veo el sol cegándome, no puedo ver los pájaros, no puedo sentir mi alrededor. No necesito seguir fingiéndole a un espejo que nunca se preocupó por mí. Mis manos ya no reconocen mi rostro, ni mucho menos mi interior, ya no soy yo quien habla, no soy yo quien ama, no soy yo esa que sonríe al objetivo de cualquier cámara. Mis uñas ya no me sirven para desgarrarme, mi dolor ya no me sirve para inmutarme. No es suficiente. Deseo ver mi sangre recorriéndome, bañarme en su calor, ahogarme en mí misma. Desaparecer. Voy a acariciar el suave rostro de mi próxima vida.
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