Y con eso, tengo todas las de perder.
Son esas las palabras que te hacen escupir tu alma poco a poco. Unas pocas letras y todo lo que queda de ti es una pared impregnada de vómito con grumitos de lo que algún día fuiste. Y pensar que pueda llegar a hacer tanto daño una idea plasmada en palabras, un pensamiento nunca visto.
Y ahí estás tú. En un banco perdido en el abismo de tus defectos, en un diario maloliente y peor escrito. Expulsando hasta el último recuerdo de tus adentros. Llorando hasta que tu vómito se confunde entre tus lágrimas. Si no puedes ni mirar al frente, no intentes mirar atrás.
La vida es demasiado triste como para dejarla marchar.
Échate un poquito de sal en las heridas, que así escuecen más. Así podrás notar que estás viva, así todo esto se pudrirá. Pero pretendes arder en el infierno, el paraíso de los desheredados, para poder quitar pétalos a flores marchitas de esas que te inventas en tus sueños más amargos.
Ojos vidriosos reflejando utopías de mierda.