3

Pieces of April

Si cada persona con la que nos cruzáramos escribiera una historia de nuestra vida, si cada una de las miradas que nos atraviesa día tras día decidieran nuestro futuro. Cada reflejo de cada espejo en el que salimos dibujados. Cada huella en el pasamanos, cada cajera de cada supermercado. Si cada uno de ellos intentara retratar nuestra efímera presencia en su vida, sería la mejor descripción que podríamos llegar a tener de nosotros mismos. Como un collage hecho de pequeños recortes.

Y es que no somos más que eso, recortes de periódico, utilizados, malgastados y mal contorneados. Somos un montón de pequeñas cosas que nunca significan nada, excepto para los que conocen el resto. No tenemos sentido, vivimos bebiendo información de los demás, plagándonos de pensamientos ajenos y teorías que ni siquiera comprendemos, en un mundo que no hemos fabricado, pisando un suelo que no volveremos a pisar. Somos efímeros, sí, pero algo permanece. Siempre quedan algunas de las piezas que nos formaron alguna vez, esparcidas sin plaza fija por más mentes de las que podemos imaginar.

Insegura, olvidadiza, inquieta, demente.
Cada cual te conocerá como y cuanto quiera, pero sólo tú tienes el collage completo. Y decides con quién compartirte.

4

Panther Princess

I'll be your king volcano right for you again and again.

Hace mucho, mucho tiempo, en un reino remoto, vivía una princesa desencantada. Su castillo, hecho de mármol negro, estaba rodeado de murallas impenetrables, guardianes salvajes, frondosos bosques y fosas kilométricas. Todas las ventanas eran diminutas, para que ni sus pensamientos pudieran escapar.

Ella pintaba, leía, mataba el aburrimiento y la desesperanza como podía. Todos los días sacaba su mirada a pasear por una de las ventanas, para ver si por fin venía su príncipe a rescatarla.

Escuchaba black metal, miraba el firmamento a través de su techo de cristal, escribía poesías sin terminar. Su único amigo era el dragón que cuidaba del castillo.

De largo cuello, escamas negras y mirada profunda, el dragón cuidaba de la princesa como si fuera su única misión en la vida. No se podría perdonar si alguien hiriese a esa bella dama, si alguien hiciera sólo un rasguño a su piel de porcelana.

El dragón y la princesa mantenían conversaciones trascendentales, hablaban de la vida y de la muerte, compartían ideas y se reían juntos.

Y un día, sin darse ni cuenta, la princesa dejó de esperar. Dejó de esperar un valeroso príncipe que la rescatara, para estar ansiosa cada mañana por conversar con su querido dragón.

Así fue como escapó de su prisión. Acariciando las escamas de su amado sobrevolando su imaginación.

5

Beatrix Kiddo


Lo común en una historia de mitología es que por un lado está el superhéroe, y por el otro está su alter-ego. Batman en verdad es Bruce Wayne, Spiderman es en realidad Peter Parker. Cuando ese personaje se despierta por la mañana, es Peter Parker. Tiene que ponerse un traje para convertirse en Spiderman. Y es en esa característica en la que Superman, no tiene semejante. Superman no se convirtió en Superman, nació siendo Superman. Cuando se levanta por la mañana, es Superman. Su alter-ego, es Clark Kent. Ese traje, con la S en rojo, esa era la colcha con la cual estaba envuelto de bebé cuando los Kent lo encontraron. Esa es su ropa. Lo que usa Kent, las gafas, el traje de negocios, ese es el disfraz. Ese es el traje que utiliza Superman para mezclarse entre nosotros.

Nunca me sentí más ignorada por mí misma que 
en el momento en el que subestimé mi existencia. 

El mundo es injusto y cruel y todos lo sabemos. Pero a nadie le importa eso. Lo único claro es que tú a las 9.00 tienes cita para hacerte una puta pedicura para la boda del hermano del capullo del ex novio de tu amiga del instituto. Y tienes que estar perfecta. Porque es lo que espera el mundo, y es lo que esperas tú. Lo que desconoces es el potencial del ser humano. Infravaloras el peligro de una mirada y la repercusión fatal que pueden tener tus palabras. 

Siéntate en los bancos de la izquierda, donde se sientan los invitados del novio, justo al lado de tu amiga y levántate y ponte a gritar sin parar en medio de la ceremonia. ¿Ves que bien? Has conseguido estropear el recuerdo más bonito que podría tener en su vida la mujercita vestida de blanco que está plantada en el altar mirándote boquiabierta. En unos segundos. 

La gente espera que las demás personas sean civilizadas, ¿pero qué es lo civilizado? ¿Por qué mi libertad acaba donde empieza la tuya? Acabará donde a mí me de la gana, porque yo la controlo. Porque es tu cuerpo y son tus actos, y nadie de tu alrededor ha podido impedir con sus estúpidos roles sociales que te pongas a gritar. Y ahora, cada vez que recuerden esa boda, cada uno de los familiares tendrá en su cabeza "¿Recuerdas la loca que se puso a chillar?", y tanto que se acordarán. 

Así de estúpido es el mundo. Así de fácil de arruinar. Y lo mismo con todo, si no te pones el estúpido disfraz de persona, acabarás en la cárcel, o peor, en el manicomio. Y te llamarán loco por pensar distinto, porque así es más controlable. De esta manera todo está bien. Esa puta que no te importa una mierda se puede casar tranquilamente porque tú estarás callada mirándote la pedicura y todo el mundo mirará el precioso álbum de la boda sin ningún incidente.

¿Nunca os habéis preguntado porqué es tan incómodo saludar a un conocido que ves en la calle? ¿Por qué hay gente que se cambia de acera? ¿Por qué agachamos la cabeza? La respuesta es la misma mierda. No tenemos ni idea del protocolo social que debemos seguir. ¿Holaquétal? ¿Dos besos? ¿Cómo te va todo? ¿Saludar con la mano y seguir adelante? Es todo tan... superficial. Inútil. 

Todos somos pequeños supermanes disfrazándonos cada día esperando a que pase el tiempo. Lo malo es que todos nacemos sin disfrazar y la mayoría mueren disfrazados. Creyendo que son lo que nunca fueron, creyendo que son lo que siempre fingieron.

Deberíamos ser un poco más Beatrix Kiddo.


2

404


Soy uno de mis peores errores.
Llevo tatuada tu silueta en mis pupilas
y no hay nada que me duela más

Mi vida ha sido un cúmulo de abstracciones
que nunca tengo en cuenta

Intento darme más importancia
pero no hay nada 
dentro

Siento el sabor de la sangre corriendo por mis venas
y los recuerdos que me amargan cada amanecer

Tengo miedo al futuro y al pasado
a no poder ver

Quiero recoger mis mil pedazos
y llevármelos de aquí

Quiero recoger mis trozos
y salir

Soy analógica y estoy encerrada. He recorrido mil veces el mismo laberinto y sigo sin perderme. No quiero saber dónde estoy. Que las lágrimas de mis suspiros ya no salgan, no importa, que los espejos ya no me miren, me da igual. No quiero volver.
0

Algo un poco..

Neurótico
Demasiado crítico


Individual
Nada de otro mundo.

Me gustan las cosas como están,
me gusta que las cosas no estén.


Te voy a derramar una y otra vez hasta que te mueras
te voy a escribir todos los días hasta que no me duelas

voy a dejar mis rarezas en tus brazos
y mi colonia en tu perfume

que eres tú el de mil sabores
y yo la que trata de sacarte los colores

¡retrátame!
retuérceme
rómpeme
en rocas
en ríos
en ti

Nothing left to lose
I'm faithless
I'm scared

Me duele la cabeza

Como el rímel corrido de mis entrañas, llegaste para no marcharte. Otra noche más de lunas ensangrentadas, de pieles degolladas y pestañas sin amor.

Últimamente me duele todo. Me duele el mundo, me dueles tú, me duele la vida. Que escayolen todo mi alrededor, por favor, que me asfixien en algún contenedor.

La piel de mi alma son escamas raídas, la piel de mis palabras son retales de ser humano.

Dame ojos que yo no veo, toma mis miradas que yo ya no las quiero.

4

Heaven


Where is my angel?
I need her now
Holding me

Eran las tres y media de la mañana y el mundo ya no tenía nada que ofrecerme. Con los ojos cerrados y deseando dormirme escuché sonidos de risas acalladas y tacones que provenían de la cocina. Demasiadas risas. Se suponía que una amiga vendría a dormir a mi casa este fin de semana, pero sonaba a que había más de una persona. 

Me levanté sigilosamente y los sonidos cesaron. Vi una luz encendida al otro lado del biombo de la cocina y me puse detrás sin hacer ningún ruido. Por las estrechas rendijas contemplé la otra parte de la cocina, donde solemos comer y ver la tele. Estaba mi amiga, y como ya sabía, no estaba sola. Sus brazos entrelazaban una figura esbelta, bastante más alta que ella, de pelo enmarañado, negro, quizá tintado. No podía distinguir su cara, ya que formaba una sola forma con la cara de mi amiga. Se entretejían en una sola persona besándose apasionadamente. Sus brazos se buscaban entre sí, sus manos se recorrían sin cesar. Sus labios no se distinguían. El calor que la escena emanaba llegaba hasta mí, haciéndome partícipe de tan inusitado evento. Y en mi propia cocina. No sabía si enfadarme o agacharme y dar media vuelta.

A regañadientes despegué mis ojos de aquel momento, que debía ser privado, y me di la vuelta silenciosamente para volver a mi oscura y triste habitación. Me acosté en la cama. Me tapé con la manta. Cerré los ojos y comencé a soñar despierta. Me imaginaba que la que besaba aquella misteriosa silueta era yo. Que zambullía mis manos en su cabello y que nuestro aire era el mismo. Que respirábamos agitadamente, que nos conocíamos con las manos, para siempre, como nunca. Que no llegábamos a vernos, porque no abríamos los ojos, que me tocaba, que le gustaba y que no quería que terminara. Que aquella tenue luz nos envolvía como un manto de seda, arropándonos en pasión, ahogándonos en placer. Imaginé lo inimaginable.

Esto no podía seguir así. En un presente de un mundo paralelo a este, yo estaba enamorada del chico perfecto, con un cuerpo perfecto, una personalidad perfecta y que me trataba perfectamente, y tenía que volver a ese presente. Porque esto no podía ser. ¿Desde cuándo iba yo besándome con figuras extrañas en los rincones de mi imaginación? Me levanté dispuesta a ahogar mi cara y mis absurdos pensamientos en el agua purificadora del lavabo.

Con unos pasos más que silenciosos me aproximé al baño más alejado de la habitación donde tenía que dormir mi amiga. Le di al interruptor que encendía solamente las luces del espejo para que mis dilatadas pupilas no se quejaran y entonces lo vi. Era el cuerpo más hermoso que había visto nunca. Al principio me fijé sólo en su cara. Rasgos finos, casi afilados, nariz pequeña, labios carnosos. Ojos azules, o verdes, no lo sé. Un color precioso. Tenía ese pelo que tan palpado estaba por mi imaginación, despeinado y mojado, goteando sobre sus hombros. 

Después de dar ese fugaz repaso a su belleza facial, bajé un poco la vista y comprobé que no llevaba nada puesto. Supuse que había estado duchándose. No lo sé. Quizá aun estuviera soñando. Pero eso no fue lo que culminó mi asombro. Mis ojos no habían querido comprobarlo pero pronto me di cuenta de que era una mujer. Mi mente había deslizado su andrógina belleza al lado masculino, pero sus pechos, firmes y que no pasaban la 85, me indicaban que su portadora era una fémina. Delgada, muy alta y guapa en exceso. Llevaba tan sólo un culotte negro que cubría lo justo, justísimo para que no saliera gritando del baño.

- Qué... impresionante - musité.
- Soy muy alta, lo sé - Afirmó con autosuficiencia y una media sonrisa muy sexy.
- No me refería a... - No quise acabar la frase. - Eres muy guapa. Y guapo. Eso es. - Seguramente se lo tomaría como un insulto y se iría llorando de ahí y no me querría ver nunca más y olvidaría ese momento para siempre y yo volvería a mi mundo paralelo con mi novio perfecto y mi vida normal.
- Muchas gracias, supongo. Tú eres más que guapa. - Entonces reparé en sus ojos, que comenzaron a recorrerme ávidos de conocer cada rincón de mi cuerpo. Primero me miró los ojos, que estarían vidriosos y dilatados, después se fijó en mi cuello, del que colgaba un collar de plata, fue bajando y descubrió que sólo llevaba puesta mi camiseta de tirantes de dormir y unas braguitas azules. Eso pareció encender su mirada.
- Bueno, vale, gracias, me tengo que ir y todo eso. - Dije, sin mucha seguridad en mí misma. Me di la vuelta y me quedé muy quieta.

Comencé a sentir su aliento en mi nuca. Un escalofrío me recorrió desde su boca hasta mis talones y giré un poco la cabeza. Sentí su cuerpo cerca del mío, el calor inundando cada poro de mi piel. Sus labios, inmóviles, me respiraban demasiado cerca de la oreja. Mis delirios comenzaron a ser presa de la excitación y me puse frente a ella. Cuerpo a cuerpo. Miré un poco hacia arriba para encontrarme con su mirada, que me atravesó como un rayo de luz, quemando hasta el más sensato de mis pensamientos.

Reconozco que me habría gustado sentir su erección presionando mi piercing del ombligo, como me solía pasar con los chicos con los que estaba. Pero eso se compensaba con creces con esa piel tan suave, con esa cara tan lisa y esa mirada felina. En ese instante, y surcando mis dudas y pensamientos, se encorvó un poquito para poder llegar a mí y sus labios comenzaron a beberse los míos de la manera más sensual que jamás había vivido. Eran húmedos y suaves. Sentía su color rosado a través de mi piel y mi cabeza empezó a escaparse de la tierra para hacer un viajecito por las nubes.

Con sus fibrados brazos me cogió en peso y me sentó en el lavabo. Mis piernas se agarraron firmemente a su cintura y nuestro eterno beso se volvió más acalorado. La rapidez de nuestros movimientos aumentaba a la misma velocidad que la agitación de nuestra respiración, la cual pronto se convertiría en gemidos. Sus manos acariciaban cada parte de mi cuerpo: mi cuello, mis pechos, mis caderas, mis muslos; y la situación era cada vez más incontenible. En el segundo que separó sus labios de los míos me arrancó de un zarpazo la camiseta y juntó su torso con el mío. Nos dimos un segundo de descanso para sentir la situación. Me miraba fijamente, respirando rápido y fuerte. Su cuerpo estaba demasiado mojado y el mío demasiado caliente. Sentía que iba  a estallar en cualquier momento.


La lujuria volvió a apoderarse de sus acciones y mientras me besaba, comenzó a hacerme suya con caricias por encima de la tela. Yo ya no sabía ni en qué mundo estaba, ni qué estaba sucediendo, sólo podía gemir mientras ella intentaba besar mi boca abierta.

Empezó a lamer mi cuello, bajando lentamente, dibujó mis senos con su lengua y su mano libre trazó un camino desde mi nuca a mis caderas. Mis gemidos eran cada vez más audibles pero mi razón estaba en algún sitio jugando al póker sin ningún tipo de preocupación sobre si nos estaría escuchando mi amiga o no. Y entonces ocurrió. Mi misteriosa amante introdujo su mano por debajo de la tela azul y no sé lo que hizo ni cómo pero yo ya no podía más, comencé a gritar sin contenerme. Lo hacía demasiado bien, demasiado lento, demasiado rápido, demasiado húmedo.

Fue entonces cuando mi cuerpo empezó a sufrir placenteros espasmos y el disfrute se hizo insuperable. Con gritos sordos, tapados ahora por su mano izquierda, alcancé el mejor orgasmo de mi vida. Quitó su mano de mi boca y la sustituyó por sus labios, que me besaban ahora de la manera más dulce posible. Abrazándome como si me amara, me aplastó contra ella y susurró - Eres un ángel -. Cuando me soltó fue como si me arrancaran una parte de mi cuerpo. Se dio la vuelta, se puso una camiseta y se marchó de mi baño, de mi casa y de mis sueños.

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