3

I'd rather be dead


Me abruma la oscuridad, me agobia la luz. La poesía ya no me enamora, la cama ya no me arropa. La vida no me tienta, mis ojos ya no miran. Mi cabeza ya no piensa, sólo me aniquila. 


Cada vez estoy más segura de que lo único que me salvaría es el abismo. Y volar y volar, dejando un rastro ensangrentado con el dolor de mis brazos.


0

O para siempre o nunca más


Me suspiró al oído antes de que le pudiera amar. Yo ya no recordaba cómo era. No recordaba el ruido, ni los amaneceres. Me estremecí con el roce de su barba de tres días y su olor a puras ganas de dolerme. Le miré de reojo. Le sonsaqué una sonrisa, de las de verdad, de las que dan calor. Tenía el pelo negro, pero el color de sus ojos no lo supe adivinar. Me conquistaba su manera de estar. Natural, como si no tuviera cuerpo, como si estuviera en un segundo plano, en otro planeta. 

Sus labios sabían a hablar en francés, pero yo eso no lo sabía. Sus manos tocaban como si siempre fuera la última vez. Me rozó con la cara, me pudieron las ganas, me sentí desgarrada, me eché encima suya, le besé hasta el alma, me derrotó, me deshice en sus manos, empapé de lágrimas el sudor de los dos. Y ahí estaba yo. Con el vestido a medio quitar, el maquillaje derretido, mis manos en su pecho y con la sensación de haber cometido un crimen. Me dejé caer en su hombro, en su interior. Dejé que me conociera con las manos. Acarició mi pelo, recorrió mi espalda, me apretó contra él, y antes de que me diera cuenta ya era suya otra vez. 


Escala de grises

Y tu sonrisa iluminando la escena del crimen. 

Yo nunca fui, yo nunca soy, yo nunca seré para ti lo que tú quieres que mienta con los ojos. Deslízome entre tus dedos, me caigo, me deshago, me desahogo y te reencuentro con los brazos abiertos. En un abrir y cerrar de alma, volvemos a estar tú y yo. Con las manos manchadas de sangre, sí, pero tú y yo. He empezado a escribir un diario, ¿sabes? Intento contar las veces que me hiero, las veces que te hiero. Cuento mis latidos, los apunto. Y, vaya, aún no apunté ninguno. Es curioso que todo esto, que parece tan celestial, tan ajeno y mágico, esté fabricado con los retazos del infierno del que conseguí deshacerme. Brevemente. Creo que he vuelto a no ser nadie. Sólo carne, sólo hueso, sólo suya, sólo besos. ¿Y qué ser si no? ¿Un eterno retrato del perfecto ser humano? ¿Una persona humilde, con unos principios bien asentados? Prefiero evitar el sucidio ahogándome en su saliva. Disolverme, esparcirme, mezclarme con la nada empapada de sudor y de miradas.

0

Entretenerte

Pero no tenerte, nunca verte.
Intentar olvidar cómo se respira.
En el dolor de los días, en la sangre de las noches.

Trasnochadora de nacimiento, culpable por costumbre, estúpida por casualidad. Siempre todo me resultó tan efímero. Recuerdo cuando veía la belleza en las cosas, recuerdo, recuerdo la ingenuidad de mis sentidos. Recuerdo que fui tonta. Recuerdo que no pensaba en la infinita intrascendencia del ser humano en el universo. Creo, y sólo creo, que me contradigo como una niña adolescente, amando sin parar, llorando sin razón. Sólo necesito un cuerpo sobre el que yacer. Pintarle con mi barra de labios que sí, que soy feliz, y volver a mentir, y volver a mentirme. Y terminar convenciéndome de que la felicidad existe, que no es sólo esa estúpida fantasía del ingenuo 'yo' de un pasado que casi ni recuerdo. Convencerme de que los días no son tan marchitos como yo los pinto, ni tan abiertos están mis ojos, ni tan inútil es el mundo.

Lay me down, the lie will unfurl,
lay me down to crawl.


2

Desaparecer, desaparecerte

Vomita.
Expira.
Ahoga.
No sientas, no sientas, no sientas.
Mira.
Ahora siente.
No pienses.
Llora.
Sangra.
...
El aire viciado de soledad te llena los pulmones. Es el último cigarrillo. ¿Y para qué? Es el último minuto. Miras por la ventana, todos parecen tan ausentes. Individuos que pasean sujetados por sus paraguas, evitándose unos a otros. Tratando de no mirar.

Pero tú ves demasiado. Has visto hasta hartarte. Hasta querer arrancarte los ojos. Hasta querer ser como ellos. Y no, eso nunca. Maltratas a tu cuerpo, maltratas a tu mente, pero no te culpas por no saber ignorar. Tus piernas, inquietas, buscan una nueva posición. Empiezas a temblar. No lo terminas de entender, pues no tienes miedo. ¿Entonces por qué? La tensión arterial, supones. Cosas biológicas. Algo normal, supones. La sangre empieza a mojar tus pies. Está caliente, piensas. ¿Y para qué? Tus ojos empiezan a no poder ver. La inestabilidad empieza a gobernar a tu alrededor. Y qué curioso, piensas, igual que siempre gobernó tu interior. Te levantas, te tambaleas. Mal, no debiste. No ha sido una buena idea. Te tropiezas con tu sombra. Te desvaneces. No te das cuenta, pero empiezas a llorar.

La sangre te baña, pero tu mente está relajada. En un estado de semiconsciencia, sientes la tranquilidad, no sientes el dolor. Sientes la felicidad, sientes que por fin, que por fin, al fin...

Tu sangre comienza a rodear el cigarro que tiraste antes de caer. Como si lo evitara. Como si le diera otra oportunidad. Pero se acerca. Lo cubre, lo consume. Se apaga. Y te apagas. Desaparece. Desapareces. No existe. No existes. No hay humo, no hay nada, no hay alma, no hay brillo, ni sombra. Ni tú.


Back to Top